Se
entiende por Ruta de la Seda el itinerario que en la antigüedad unió
los imperios romano y chino, el camino por el que las sedas de
Oriente llegaron a adornar los cuerpos de las elegantes damas
romanas. Convencionalmente los extremos de la Ruta se sitúan en Roma
y en la ciudad china de Xian (antigua Changan), y sus diversos ramales cruzan ciudades antaño
fabulosas como Damasco, Bagdad o Samarkanda y accidentes geográficos
con fama de insuperables, como el macizo del Pamir, con puertos de
montaña de 5.000 m de altitud, o los desiertos del Gobi (que en
mongol significa "lugar sin agua") y Taklamakán (cuyo
nombre quiere decir "lugar donde entras pero no sales").

.
Crisol de la Historia y cuna de
mil leyendas, en la Ruta se han encontrado tres grandes religiones:
cristianismo, budismo e islam, y otras hoy desaparecidas.
Aquí dejo una pequeña muestra de relatos que acompañaron y calmaron a comerciantes , aventureros, artistas.... que se atrevieron a vivir en esta fascinante ruta.
Cuento Sufi - La capa pesada (del Mula Nasrudin)
A
lo largo del la ruta de la seda, durante el descanso de los viajeros,
los cuentos del Mula Nasrudin son un bálsamo y una alegría.
Una noche la gente oyó un ruido espantoso que provenía de la casa de Nasrudin. A la mañana siguiente y apenas se levantaron lo fueron a visitar y le preguntaron: "¿Qué fue todo ese ruido?". "Mi capa cayo al suelo". Respondió Nasrudín.
Pero: "¿Una capa puede hacer tal ruido?" Le cuestionaron:
"Por supuesto, sí usted está dentro de ella, como yo lo estaba"
Una noche la gente oyó un ruido espantoso que provenía de la casa de Nasrudin. A la mañana siguiente y apenas se levantaron lo fueron a visitar y le preguntaron: "¿Qué fue todo ese ruido?". "Mi capa cayo al suelo". Respondió Nasrudín.
Pero: "¿Una capa puede hacer tal ruido?" Le cuestionaron:
"Por supuesto, sí usted está dentro de ella, como yo lo estaba"
Cuento de la India - Ni tu ni yo somos los mismos
Buda
fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió
el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión.
Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso
del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a
matarlo. Cierto día que Buda estaba paseando tranquilamente,
Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una
colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca
sólo cayó al lado de Buda y Devadatta no pudo conseguir su
objetivo. Buda se dio cuenta de lo sucedido pero permaneció
impasible, sin perder la sonrisa de los labios. Días después, Buda
se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido,
Devadatta preguntó: -¿No estás enfadado, señor? -No, claro que
no. Sin salir de su asombro, inquirió: -¿Por qué? Y Buda dijo:
-Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que
estaba allí cuando me fue arrojada.
Esta era una vez el rey de
un país que un día hizo colgar un aviso: –Al niño capaz de
decirme una buena mentira le daré un gran premio–. Oyeron esto los
nobles y oficiales de la corte, y fueron sus hijos a contar toda
clase de mentiras al rey, pero ninguna le agradaba. En el mismísimo
final se apareció un muchacho pobre.
–Y tú, ¿a qué has venido? –preguntóle el rey.
–Mi padre me mandó a que cobrara una deuda que Su Majestad tiene con él.
–Con tu padre no hay ninguna deuda, tú mientes –contestó el rey.
–Si realmente he mentido, si le he dicho algo falto de fundamento, entrégueme entonces el premio.
El rey se dio cuenta del ardid y repuso con prontitud:
–Me parece que todavía no has dicho ninguna mentira.
–Si yo no he mentido, entonces pague su deuda –dijo el muchacho. Al rey no le quedó más remedio que mandarlo a casa entregándole una bolsa de oro y frutas como había prometido.
–Y tú, ¿a qué has venido? –preguntóle el rey.
–Mi padre me mandó a que cobrara una deuda que Su Majestad tiene con él.
–Con tu padre no hay ninguna deuda, tú mientes –contestó el rey.
–Si realmente he mentido, si le he dicho algo falto de fundamento, entrégueme entonces el premio.
El rey se dio cuenta del ardid y repuso con prontitud:
–Me parece que todavía no has dicho ninguna mentira.
–Si yo no he mentido, entonces pague su deuda –dijo el muchacho. Al rey no le quedó más remedio que mandarlo a casa entregándole una bolsa de oro y frutas como había prometido.
Cuento
Sufi - La mujer perfecta (del Mula Nasrudin)
Nasrudin
conversaba con un amigo.
- Entonces, ¿Nunca pensaste en casarte?
- Sí pensé -respondió Nasrudin. -En mi juventud, resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco, y conocí una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.
Continué viajando, y fui a Isfahan; allí encontré una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero era muy fea.
Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa, y conocedora de la realidad material.
- ¿Y por qué no te casaste con ella?
- ¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella me dijo que para casarse quería hombre perfecto.
- Entonces, ¿Nunca pensaste en casarte?
- Sí pensé -respondió Nasrudin. -En mi juventud, resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco, y conocí una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.
Continué viajando, y fui a Isfahan; allí encontré una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero era muy fea.
Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa, y conocedora de la realidad material.
- ¿Y por qué no te casaste con ella?
- ¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella me dijo que para casarse quería hombre perfecto.
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